
La segunda ola no conoció diferencias de idioma, cultura, historia y política, abarcó países como Escandinavia, Italia, Europa, parte de la Unión Soviética, Hong Kong, Singapur, Taiwán, Australia, Nueva Zelanda, entre otros, encontró como motor de energía el carbón, el gas y el petróleo, empezándose a consumir así recursos no renovables en vez de vivir del interés que ellos producían. Este consumo de recursos hizo que hubiera un desarrollo económico notable.
La tecnología tuvo un gran salto, lo que permitió la producción en serie, que a su vez encontró problemas en su distribución, haciendo su aparición entonces los ferrocarriles, las carreteras y los canales quienes permitieron el acceso a diversas zonas.

Aparece la tecnosfera industrial (unión del sistema de energía, el sistema de producción y el sistema de distribución como partes interrelacionadas de algo más grande), descrita así por el autor, la que a su vez necesitaba una “sociósfera” donde alojarse. Ésta sociósfera creó la llamada familia nuclear (padre, madre y unos pocos hijos, sin parientes molestos), dejando funciones claves de la familia encomendadas a las escuelas y el cuidado de los ancianos en manos de casas de beneficencia.
Algo que llama la atención de esta segunda ola es lo que Toffler llama “el programa encubierto”, que no es más que una educación que preparaba a los niños o posterior masa trabajadora en el trabajo de fábrica, enseñándoles puntualidad, obediencia y trabajo mecánico y repetitivo desde los colegios.
Otra característica propia de la segunda ola es el aumento de la información, expresada en un primer momento con la creación de la oficina de Correos, para luego dar pase a la infósfera (canales de comunicación a través de los cuales podían distribuirse mensajes individuales y colectivos tan eficazmente como mercancías o materias primas). Esta infósfera se entrelazaba con la tecnosfera y la sociósfera, ayudando a integrar la producción económica con el comportamiento privado.
Cada una de estas esferas desempeñaba una función clave en el sistema y no habría podido existir sin las otras. La tecnosfera producía y asignaba riqueza; la sociósfera, con sus miles de organizaciones interrelacionadas, asignaba determinados papeles a los individuos integrados en el sistema. Y la infósfera asignaba la información necesaria para el funcionamiento de todo el sistema, juntas formaban la arquitectura básica de la sociedad.
La revolución industrial también trajo consigo nuevas formas de pensar, por ejemplo el hecho que en la actualidad estamos acostumbrados a pensar en nosotros mismos como productores o consumidores, lo que no era así antes, pues en la primera ola la mayoría de los alimentos, bienes y servicios producidos por la especie humana, eran consumidos por los propios productores.
Las características nombradas han estado presentes durante nuestras vidas y aunque no lo creamos son características de una ola que se va para dar paso a una tercera ola.
La monotonia de la revolucion industrial, se aprecia en todo, desde la fabricacion en masas, la estandarizacion, parecemos robots.
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